El Peine del Viento
Ingeniería estructural por
Arquitectura por
Luis Peña Ganchegui
Colaboradores
Eduardo Chillida (sculptor)
Construido
1977
Localización
San Sebastián, País Vasco, España

Introducción

“Mi escultura El peine del viento es la solución a una ecuación que en lugar de números tiene elementos: el mar, el viento, los acantilados, el horizonte y la luz. Las formas de acero se mezclan con las fuerzas y los aspectos de la naturaleza, dialogan con ellos, son preguntas y afirmaciones.”

Así comentó su propia obra el escultor Eduardo Chillida, creador del conjunto de tres esculturas llamado El peine del viento, situado en las rocas de la costa del norte de España. Concretamente las encontramos en el extremo de la bahía de La Concha, en San Sebastián (Guipúzcoa, País Vasco), donde se han convertido en un símbolo de la ciudad.

Chillida empezó a trabajar el hierro en 1951, en Hernani, en la fragua de Manuel Illarramendi. Allí aprendió la tradición artesanal vasca y la combinó con la experimentación, que con el tiempo terminaría en un estilo abstracto, siguiendo la línea de artistas como Pablo Picasso. Comenzó la serie de esculturas de El peine del viento en 1952 y desde entonces, hasta su muerte en 2002, realizó 19. Las que están en las rocas guipuzcoanas, y de las que vamos a hablar, son el número 15.

La colocación de estas tres obras de arte de 10 toneladas de peso cada una, se llevó a cabo entre el 17 de agosto y el 3 de septiembre de 1977. El ingeniero a cargo de ello fue José María Elósegui Amundarain, Dr. Ingeniero de Caminos, junto con su equipo de oficina. La relación entre Elósegui y Chillida venía de tiempo anterior, pues ambas familias eran amigas. El espectacular trabajo de ingeniería que se llevó a cabo se detalla a continuación, resaltando la bonita colaboración entre artistas, naturaleza e ingenieros.

Los retos estructurales

Para ponernos en contexto, imaginemos que estamos al final de lo que ahora se llama Paseo de Eduardo Chillida, y miramos al mar. Las tres esculturas se nos presentan claramente diferenciadas. Las dos más cercanas, a la derecha y a la izquierda, se miran la una a la otra, horizontales, quieren representar una vuelta al pasado. La más lejana, en el centro, es una afirmación hacia el futuro.

Las esculturas tienen un tronco prismático que se divide a cierta altura en cuatro brazos doblados de maneras distintas. Los brazos son de distinta longitud en cada una, y las tres se diferencian en la posición de colocación. A pesar de que todas presentan un primer reto estructural común, su peso de 10 toneladas, cada una presenta luego los suyos propios. La solución técnica para sujetarlas, fue disponer anclajes tesados a la roca. La geología del entorno está caracterizada por la “Facies Flisch”, del período geológico eoceno, con originales estratos de distintas clases intercalados, en los que se observa la predominancia de la roca arenisca.

El diseño de las esculturas no fue siempre el que vemos. En un primer momento la única escultura que se iba a hacer (de ahí el nombre en singular El peine del viento), iba a estar en una posición vertical. Esto evolucionó hasta dar lugar a las tres existentes (el número 3 tenía un significado especial para Chillida), y tras varios ensayos con modelos a escala, se llegó a una posición totalmente horizontal para la situada a la izquierda y en la costa, saliendo en voladizo, una posición nada fácil de sujetar. José María Elósegui propuso, además, para mejorar el empotramiento a la roca, prolongar el brazo inferior respecto al diseño de Chillida, para que así se introdujera más en la misma.

Las otras dos esculturas no se sitúan en la costa, por lo que una primera dificultad es llegar hasta las rocas correspondientes.

La central, vertical, como con forma de árbol de acero, es la más lejana (¡está a 80 m de la costa!). Tuvo que construirse un puente metálico provisional, con apoyos a distinto nivel, porque el fondo es irregular, y que tenía que hacer frente a las mareas y al viento mientras soportaba el carretón que transportaba la escultura. Este puente fue en sí mismo una obra de ingeniería.

Por último, la “roca de Chillida”, en la que se colocó la escultura que vemos a la derecha, tenía (y sigue teniendo, como se ve en las fotos) una gran fisura que provocaría la caída de un gran trozo de roca junto con la escultura si no se hubiera reforzado. Se colocaron 5 bulones (barras de hierro) de 6 m cada uno que “cosen” la grieta al atravesarla. Esta preparación previa a la instalación de la figura comenzó en mayo de 1977. Además, para ésta, se construyó una pasarela temporal más modesta, de 10 m de longitud.

Proceso constructivo

Ya se han mencionado algunos pasos del proceso constructivo para la colocación de las esculturas. En un primer momento, hubo que reforzar la roca de la derecha, pues lo fundamental es que las rocas pudiesen soportar el peso de 10 toneladas de cada escultura. Para ello, se hicieron 5 perforaciones, en las que se alojó un bulón por cada una y a continuación se inyectó resina para fijar el anclaje a la roca. En los otros dos casos, no fue necesario un refuerzo previo.

Para realizar los agujeros en los que se introduciría el tronco y uno de los brazos de cada escultura, se disponía una plantilla específica para cada una, y con ella se marcaba el lugar. Una vez perforados, se podía proceder a la colocación.

Para mover las esculturas, se instalaron unas abrazaderas en los brazos, y de ahí se agarraban con una grúa. Con precisión, se introducían las partes correspondientes en los agujeros de las rocas. A continuación, en las esculturas horizontales, se disponían barras de cosido temporal que las fijaban a la roca, con una placa de anclaje en el brazo superior. La de la izquierda tiene 4 bulones de 8 m cada uno, mientras que la derecha tiene 4 de 10 m cada uno, adicionales a los ejecutados para coser la fisura. Una vez tesados los anclajes podía retirarse la grúa.

A continuación se rellenaron los huecos con resina, que aseguraba la fijación total una vez endurecida. Para dejar la escultura limpia de elementos adicionales, se quitaba finalmente la placa de anclaje y se cortaban las cabezas de los bulones, quedando la figura sujeta a modo de pinza a la roca.

Para la escultura central, se dispuso un refuerzo mediante 2 bulones de 5 metros cada uno con el objetivo de solventar el debilitamiento de la roca al realizar los huecos de introducción de la escultura.

Los puentes provisionales fueron dos. El de la roca de la derecha, de 10 m de longitud, permitía trasladar la escultura hasta la roca, así como el acceso de maquinaria para realizar las perforaciones y disponer los anclajes. Es de ULMA.

Para la colocación de la escultura más lejana se plantearon soluciones como llevar la escultura en helicóptero, llevarla en una estructura flotante, etc. Finalmente, se realizó un puente metálico de 5 vanos apoyado a distintos niveles en zapatas de hormigón que se retiraron al finalizar la obra, para no dañar el entorno. Se diseñó a modo de vías de tren, alquilando las traviesas en la Estación del norte de San Sebastián, que se devolvieron al terminar la obra. Al final del puente se dispuso un marco con una polea, que permitía coger la escultura del carretón que la transportaba, ponerla vertical y girarla hasta que estuviera en la posición exacta. Luego se bajaba, metiéndola en los agujeros que se habían hecho previamente. De igual forma que en las otras, se rellenaban los huecos con las resinas.

Las empresas intervinientes en la construcción, además de la oficina del ingeniero Elósegui, fueron: construcciones Moyúa, que fueron los contratistas, ULMA y grúas AYALA para los medios auxiliares, y la empresa SITE, para los anclajes y orificios.

El coste fueron unos 8 millones de pesetas (48000 €), sin incluir el coste de las propias esculturas.

Materiales

El material a destacar es el acero corten, del que están hechas las esculturas. Concretamente era acero Re-Co. Su característica principal es que se auto-oxida exteriormente, creando una película de óxido que impide que la oxidación del acero prosiga hacia el interior de la pieza. Así, no es necesario aplicar otras protecciones frente a la corrosión atmosférica. Tiene un color característico, rojizo anaranjado. Una desventaja es se desprenden con el agua partículas del óxido superficial, quedando en suspensión y siendo arrastradas, que manchan de óxido, en este caso, las rocas en las que se sitúan las esculturas.

Fotos

Fotos

Otras imágenes

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Imagen del libro "El Peine del Viento de Chillida en San Sebastián"
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